CINE / FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN (7)
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.
SÉPTIMA JORNADA
Olvidemos el secular respeto hacia los mayores
en la China tradicional. Ese batiburrillo de comunismo y capitalismo que reina
en el gigante asiático en la etapa post Mao produce situaciones muy extrañas,
como, por ejemplo, que la asistencia sanitaria no solo no sea completamente
gratuita sino bastante onerosa, y que los pensionistas vivan en la indigencia. Ciento cincuenta años de vida son los
que suman un abnegado padre de 90 años y su hijo dependiente de 60. Viven en un
modesto apartamento a las afueras de Beiging que el padre, a pesar de su edad,
mantiene limpio y ordenado. Ese padre nunca se olvida de cocinar para su hijo,
al que a menudo pierde cuando sale con él a la calle, por lo que le cose sus
señas y teléfono en la camiseta para que se lo devuelva quien lo encuentre. El
padre tiene dos hijas desalmadas, en el sentido más exacto del término, para
las que el hermano es “el idiota” y él un estorbo al que quieren meter en el
asilo para quedarse con su pensión y su casa. Ciento cincuenta años de vida es una película hecha de silencios
(los diálogos son mínimos) y estruendos (el teléfono cuando suena; el ruido
ambiente del tráfico en la calle; las chicharras de ese descampado en donde
tiene lugar una de las secuencias más crueles del film). Dos momentos
especialmente impactantes en este film de Liu
Yu, su joven y talentoso director: las dificultades del anciano para
levantarse del suelo tras una caída; el yerno que abandona al cuñado “idiota”
en un paraje perdido. Ciento cincuenta
años de vida es una oda a un héroe de 90 años que no abdica de sus
responsabilidades con su hijo: exactamente el reverso del padre de Jesús.
Jonás Trueba, joven pero ya con una larga carrera a sus espaldas
(Todas las canciones hablan de mí, Los ilusos y Los exiliados románticos) es el último vástago de una familia de
directores. Imagino que Fernando Trueba
puso a su hijo el nombre de Jonás pensando en Alan Tanner. Su hijo, aquejado de cinefilia, bautiza con el nombre
de Olmo (Novecento) al protagonista
de La reconquista que va a esta
Sección Oficial tan sumamente irregular. El reencuentro de dos jóvenes, Manuela
(Istaso Arana), que vive en Buenos
Aires y está unos días de paso por Madrid, con Olmo (Francisco
Carril), que a los quince vivieron su primera historia de amor, dará lugar a
una noche larga que comparten entre copas, castañas en la calle (es Navidad),
el concierto del padre de ella en un bar y bailes de salón en un local. Planos
estáticos eternos, diálogos impostados, secuencias de canciones para consumir
minutaje, pobreza absoluta de planificación, intérpretes poco dotados para lo
que se espera de ellos y un guion sin sustancia que no cuenta nada es el poco
positivo bagaje de este film. La levedad de propuestas de La reconquista es inversamente proporcional al peso de la
apasionada Porto, por ejemplo. Hubo
deserciones, por aburrimiento. Yo no salí por no levantar la fila y lamenté que
mi sobredosis de cafeína (el del desayuno de Oquendo, los que me voy tomando
entre proyección y proyección) me impidiera dar una cabezadita.
Hoy es un mal día, aunque luzca un sol espléndido y
el oleaje suave suba Urumea arriba. Mal día hasta en Oquendo en donde hay más
gente de la cuenta y las camareras están desbordadas. Mala tarde en el Trueba
con una película china (el mito de calidad del cine de Extremo Oriente empieza
a desmoronarse con la sobreproducción de títulos), Something in Blue de Yumbo
Li que va a la sección Nuevos Directores. Al contrario de su compatriota de
la mañana, el de 150 años de vida, éste
realmente no tiene nada que contar. Un grupo de cuatro jóvenes sueñan con un
futuro incierto en la nueva China. Son muchachos occidentalizados a los que les
pirra comer hamburguesas en McDonald. Hablan de sus chicas y de sus trabajos endebles.
Hablan y hablan de sus cosas. Podrían estar hablando hasta que se hiciera de
día sin que me despertaran el más mínimo interés sus problemas. Son 107 minutos
de nadería absoluta, rematados por frases de una obviedad aplastante, que se hacen eternos. Lo único bueno es Something in Blue de Yumbo Li es la canción Something in Blue de Thelonious Monk que
da título al film y es su banda sonora.
Casi nunca buenas novelas dan lugar a buenas
películas. Philip Roth es el gran
cronista del Estados Unidos de los últimos cincuenta años, un maestro
indiscutible de la narrativa norteamericana con un puñado de obras importantes,
pero la versión cinematográfica de Pastoral
Americana deja mucho que desear aunque tenga, al menos guión: ¡hay
historia! Ewan McGregor se pone
delante y detrás de la cámara para contar el melodrama del Sueco (Ewan McGregor), legendario deportista al
que la vida le sonríe, hereda una fábrica de guantes de su padre y se casa con
una ex reina de la belleza, la glamurosa Dawn (Jennifer Connelly); de esa unión tiene una encantadora hija, Merry
(Dakota Fanning), tartamuda, que, cuando
crezca, se convertirá en una radical antisistema que acabará con la placidez de
la familia, dinamitándola literalmente. La película funciona bien (excelente
ambientación; buenas las escenas de la agitación pacifista contra la guerra de
Vietnam; bien insinuada especial relación padre/hija que roza lo incestuoso por
parte de ella; buen dibujo de los personajes) hasta que se tuerce al final,
precisamente en el tramo melodramático que Ewan
McGregor no sabe resolver y resulta bastante ridículo. Una pena.
Suerte que la última del día, la coreana que va a la
Sección Oficial Yourself and Yours,
equilibra esta jornada tan mediocre, la peor del festival. Hong Sang-soo, uno de los más prestigiosos cineastas surcoreanos (Right Now, Wrong Then, The Day He Arrives, En otro país…), construye una comedia romántica minimalista con
sentido del humor e ironía. Min Jung (Lee
You Young) tiene problemas con la bebida, discute por ese motivo con su
novio Young-soo (Kim Joo-Hyuck) y
desaparece para beber con otros hombres; Young-soo, perdidamente enamorado de
ella, la buscará por la ciudad, pero cuando la encuentre Min Jung negará ser
quién es y su novio aceptará ese juego como el inicio de una nueva etapa con
ella. Con secuencias estáticas y bien dialogadas, separadas por fragmentos
subrayados por una eficaz banda sonora de Dalpalan,
que ayuda mucho, el surcoreano compone una comedia deliciosa, ¿o será que la magnifico
por todo lo que me he tragado antes?
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