SOCIEDAD / EL MAYOR ACTO TERRORISTA DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
EL
MAYOR ACTO TERRORISTA DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
El Cotidiano
Si
leemos las tres acepciones de la RAE sobre la palabra terrorismo (1/ Dominación
por el terror; 2/ Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir
terror; 3/ Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo
común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social) vemos que las dos
primeras se adaptan perfectamente a dos actos ignominiosos cometidos el 6 y el
9 de agosto de 1945.
Hoy se
cumplen cincuenta años del mayor acto terrorista de la historia de la humanidad
y lo cometió, precisamente, el país que se llena la boca condenando el
terrorismo y hablando de derechos humanos, libertades y democracia: Estados
Unidos. El presidente Harry Truman terminó de esa forma brutal el
enfrentamiento de su país con Japón borrando del mapa la ciudad de Hiroshima y
haciendo lo mismo, tres días más tarde, con la de Nagasaki. En dos segundos se
asesinaron a 246.000 personas de dos ciudades que no figuraban como objetivos
militares: hombres, mujeres, ancianos y niños borrados de una forma despiadada.
Con ese sentido del humor, algo dudoso, que caracteriza al pueblo
norteamericano, los artefactos asesinos tenían nombre: Little Boy y Fat Man.
Little Boy viajaba a bordo del B29 Enola Gay, otra muestra de humor negro. Fat
Man, en el Bockscar. En segundos se alcanzó en ambas ciudades la temperatura
del infierno: un millón de grados. Las víctimas, literalmente, se fundieron,
pasaron a ser sombras.
En los
años sucesivos, en las dos ciudades castigadas, se produjo un reguero de
muertes directamente relacionadas con las explosiones atómicas y nacieron niños
con malformaciones atroces. El crimen, como muchos otros de lesa humanidad,
quedó impune porque lo cometieron los vencedores en el conflicto y quien dio la
orden de perpetrar esa masacre murió en su lecho y seguramente con la
conciencia bien tranquila por haber terminado de un plumazo una guerra que se
preveía todavía larga por la defensa numantina de los japoneses y haber
ahorrado a su país un sinfín de muertes militares. La verdad oculta es que
Estados Unidos estaba ansioso por probar su juguete letal y Japón fue su banco
de pruebas. Con ese acto de terrorismo brutal, con ese asesinato en masa de
civiles, Estados Unidos garantizaba su supremacía militar incuestionable. Y se enterraba la ética. Pero, después de
Auschwitz, ¿de qué ética estamos hablando?
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