CINE / JERIFE ALÍ, ZHIVAGO E IBRAHIM
JERIFE ALÍ, ZHIVAGO E IBRAHIM
El Cotidiano, Culturamas
Nunca
perdió su aire distinguido, ni su elegancia que mantuvo hasta el final en El
Cairo el pasado día 10 de julio. A Omar
Sharif se lo imaginaba uno siempre de smoking y entrando a jugar a un
casino, rodeado de mujeres hermosas. En realidad era más jugador de bridge
(llegó a perder un millón de dólares en una noche) que actor, pero siempre mantuvo
su aspecto de galán, aun cuando pintaba canas en su pelo azabache.
Como
actor ya llevaba este egipcio de origen libanés unos cuantos años trabajando en
su país de nacimiento cuando David Lean
lo fichó para darle un papel legendario en Lawrence
de Arabia: Jerife Ali. Esa escena, filmada casi en tiempo real, en la que
un Omar Sharif a lomos de un camello,
ataviado completamente de negro, emerge como un espejismo desde el horizonte
del desierto y se va agrandando para terminar matando de un disparo al guía
local del coronel Lawrence por beber agua de su pozo, fue el inicio de la
carrera internacional de este actor árabe, la extraordinaria carta de
presentación internacional de Michel
Demitri Chalhoub, su nombre verdadero.
En
Lawrence de Arabia no había una sola
mujer. Busquen alguna en sus planos y verán que es tarea inútil. Esa película
olía a hombre. Y David Lean,
discreto homosexual de la época, eligió a dos bellos especímenes masculinos,
dos modelos de belleza antagónicos, para enfrentarlos: la turbadora mirada azul
de un Peter O`Toole, enfermizamente
blanco, frente a la ferocidad del árabe moreno, de mostacho poblado y ojos oscuros que se acaba de ir.
Coincidirían
poco más tarde los dos actores icónicos en un thriller sobre asesinos en serie
en la Wehrmarcht durante la segunda guerra mundial, bajo la dirección de Anatole Litvack, y aquí Omar Sharif tuvo que ponerse en la piel
de un oficial alemán, algo imposible para su físico, pero atrocidades más
grandes se habían visto mucho antes en Hollywood, como transformar a Burt Lancaster en un apache.
El
momento dulce le llegó de nuevo con Doctor
Zhivago y también de la mano de David
Lean. Peter O’Toole le falló al
director británico que echó mano de su opuesto. El héroe de Boris Pasternak Yuri Zhivago fue su
papel más romántico al lado de Lara (Julie
Christie) en ese melodrama anticomunista rodado en taigas castellanas
durante el franquismo. Al Globo de Oro por el mejor secundario por Lawrence de Arabia añadía Omar Sharif ahora el premio por mejor
actor principal, pero no conseguiría el oscar.
Tiene
uno la sensación de que Omar Sharif
estaba en esto del cine por ligar, cosa que no le debía costar mucho dada su
apostura y elegancia, y por el bridge, su auténtica pasión, y que interpretar
era un mal necesario para aguantar su tren de vida derrochador de hotel en
hotel. De hecho no apreciaba mucho sus interpretaciones, ni las más conocidas,
salvo la de Lawrence de Arabia. Rodó
mucho con buenos directores de la época y era un rostro que estaba presente en
superproducciones como La caída del
imperio romano, a las órdenes de Anthony
Mann; interpretando a Gengis Khan en la película homónima de Henry Levin; a un príncipe español que
enamora a Sophia Loren en Érase una vez de Francesco Rossi; al archiduque Rodolfo de Habsburgo en Mayerling de Terence Young; al Che Guevara a las órdenes de Richard Fleischer mientras Jack
Palance era Fidel Castro; al bandido mexicano Colorado en el western El oro de McKenna de J. Lee Thompson con Gregory Peck; a un mercenario durante
la guerra de los Treinta Años enfrentado a Michael
Caine en El último valle de James Clavel; a un legendario jinete
afgano en Orgullo de estirpe de John Frankenheimer; y debió ser el
primer actor árabe que besara a una judía, Barbra
Streisand, con quien tuvo un affaire sentimental, en el musical Funny Girl de William Wyler.
A
finales de los setenta su carrera se apaga. Aparece en alguna pantera rosa, en un thriller de Richard Lester, El enigma se llama Juggernaut; y en una serie de títulos olvidables
hasta que le llega un papel hecho a medida en la película francesa de François Dupeyron, El señor Ibrahim y las flores del Corán. Y luego, telefilmes
alimenticios que le servirían para no dejar su costumbre inveterada de visitar
los casinos y pagar las habitaciones de los hoteles, el hogar de este nómada
sin domicilio fijo.
En
el 2005 se le diagnosticó Alzheimer y Omar
Sharif dejó de saber quién era, pero sí recordaba que había sido ese doctor
Zhivago que moría de amor corriendo tras el tranvía que transportaba a Lara en
un lejano Moscú. El corazón le falló a este elegante gentleman árabe a los 83
años en una clínica cairota. Quizá también corría detrás de Lara / Julie Christie cuando exhalaba su
último suspiro.
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